En cuanto al trato que nos dieron fue especial, almorzamos con ellos y compartimos un rato de charla. En su humilde casa de techos de latón nos prepararon unas truchas, que probablemente ellos apenas pueden costear, nos llevaron de excursión al campo y nos abrieron las puertas de par en par.
La historia que me llevó a este pueblo fue la historia de Alondra, la nieta de este campesino, que por no disponer de asistencia médica de urgencias perdió la vista. Si quieres verla pincha en la imagen.
(Foto ©Chico Sánchez-Derechos Reservados) |
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